Matt [Suliku]

[Sulik]

Nombre conocido: Matt
Raza: Humano, hombre.
Edad aparente: Joven de unos 17 años, su cara aún no parece la de un hombre.
Dedicación aparente: Mercenario, integrante de los Recios de Brom

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Joven de cara alargada y completamente afeitado, nariz puntiaguda, con algún mechón que otro tapándole la cara. Siempre muestra un rostro inexpresivo, como si estuviese concentrado siempre en alguna cosa. Suele ir con su mochila a la espalda, y un látigo enrollado que cuelga de su cintura, el cual acaricia constantemente, a modo de manía. Lleva varios cuchillos enganchados en la armadura de cuero, bastante a mano. Pasea constantemente por Puerto Soldado, intentando enterarse de algún trabajo que le suponga dinero fácil. Si ha tenido algún problema con alguien, no ha dudado en decírselo a la cara, normalmente no con muy buenas palabras.

Relatos:
El temor a lo que no puede morir.

[Sulik]

Tenía 15 años. Ellos vinieron y me dijeron que mi padre había muerto. Eso es algo que me esperaba, mi padre era un mercenario, uno profesional, y su trabajo lo era todo. Su dominio de las armas y de las tácticas de combate eran excepcionales, y lo calmado que permanecía en un combate intimidaba a sus adversarios. Mi madre, la que nunca me tuvo apego, siempre contaba historias sobre él. Pero sabía que moriría. Les pasa a todos.

Yo lo veía de vez en cuando. Me gustaba verle, él me trataba como una persona, no me miraba de malas formas ni se escandalizaba cuando decía lo que pienso. Siempre me dijo que había que ser sincero y si tenías algún problema con algo o alguien, decirlo. Si había alguna oportunidad de conseguir algo, hacerlo. Para él lo peor era llevarse lo que uno piensa dentro, por que si no lo soltabas, podías morirte con los secretos dentro.

Y eso es lo que temo que le pasó a Bellamy, mi padre. Algo me quería decir antes de marchar a su último contrato, pero nunca me lo dijo, pues lo único que supe de él es que murió en batalla. Brom, compañero de mi padre, me ofreció unirme a la compañía tras su muerte. Era la última voluntad de mi padre, y la verdad, no aguantaba a la estúpida de mi madre, y tener que ganarme el dinero a base de cuidar los establos y atizar a las reses no me entusiasmaba. Me daba la sensación de que el trabajo de mi padre me resultaría más emocionante, y si había salido a él, se me daría bien. Así que cargué mis pocas pertenencias, y como arma, lo que había gastado durante mi infancia y adolescencia.

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Brom me enseñó lo básico del combate, y a saber como evaluar las palabras de las personas. Es un viejo, pero no tiene nada de idiota. La vida con los mercenarios no era mala. Podías atizar a cosas más divertidas que simples bestias, como personas que tenían precio por su cabeza, o a todo lo que se cruzase para acabar con alguna persona. Se ganaba dinero, y tus compañeros no hablaban mucho sobre gilipolleces, no como los demás niños de mi pueblo, que eran todos idiotas. Aveces, podías gastarte el dinero en las posadas en un buen revolcón. Muzhlan me enseñó un par de trucos con las mujeres, el borracho era un imbécil, pero sabía divertirse.

Lo mejor era eso, que eran gente práctica. Brom, Tarok, Muzhlan y Baerdon, gente que se dedicaba a hacer su trabajo y no a hacer preguntas estúpidas ni comentarios inútiles. Luego encontramos a Tolkas, que no hablaba casi nunca. No estaba bien de la cabeza, se le veía en los ojos, pero no daba por culo, que era lo que me importaba. No hablábamos mucho de nuestro pasado, y nunca supe como murió mi padre. No soy gilipollas, sé que algo me esconden. La última vez, en esta Isla desamparada, cuando tuvimos que proteger a la chiflada que enterraba dinero, Brom mencionó a mi padre. Muzhlan y Tarok, los que nos acompañaron aquella vez, se quedaron mudos, al ver la sorpresa de que Brom había dicho algo sobre Bellamy. No me gusta que me tomen por imbécil, pero entiendo que lo hagan, para ellos soy un crío de mierda que juega con un látigo. De todas formas, mientras más lo hagan, mejor para mí, así podré aprovechar para investigar que pasó sin que sospechen de mi. Solo me falta averiguar el como...

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Junto a Muzhlan y Tarok confirmé que mi padre no estaba en la Oscuridad. Eso significaba que o bien no había muerto en una campaña, o incluso podía significar que estuviese vivo. Aún no sé lo que quería decirme mi padre antes de que hiciese su último viaje, y Brom se hace el gilipollas cuando sale algo relacionado con él, como si escondiese algo. Los que pudieron saber algo de él tampoco me ayudan, como son Muzhlan o Baerdon, y Tarok no sabe nada porque si no me lo habría dicho. Aunque el enlatado vaya de duro, el gilipollas tiene su parte tierna, y con algo como esto no habría dudado en decírmelo. Y Tolkas... Tolkas no habla.

Como no he podido saber nada de los otros mercenarios, he tenido que hacer una cosa que no me apetece en absoluto. Cierto chamán que puede saber si el espíritu de un "ancestro" ha descansado o no, vamos, que si un familiar ha muerto. Me pidió una extraña ortiga seca que crece en las colinas Chucho, o algo así. Tiene que ser de allí porque el "aire" "impregna" de una esencia "sobrenatural", ya que en esas colinas caminan los muertos y atacan a los vivos... A mi nada me da miedo, nada que sangre, después de todo, y la verdad es que luchar contra podridos me resulta incómodo. No me gustaría tener que pedirle ayuda a Brom, para que no sospeche, pero es cierto que él puede saber más de los no muertos que yo, así que me inventaré alguna excusa de algún contrato por la ortiga de mierda.

Brom, Tarok y yo caminamos hacia esas colinas. A Brom no le gustaba ni un pelo la idea, pero con la excusa del contrato, que enseguida caló en el viejo, y que no teníamos un puto cristal, no se pudo negar. Me tocaría pagar lo que pudiese de mi puto bolsillo para respaldar mi montaje... joder lo que hay que hacer para averiguar un par de pistas.

Tarok parecía receloso de acercarse a esas tierras, pero no parecía temer a los muertos, si no a los templos de los putos estirados de Humak. Luchaba bien contra los podridos, como si lo hubiese hecho antaño. Brom también luchaba con fiereza, y yo... bueno. He tenido mejores momentos, mis putas armas que hacen sangrar con facilidad no eran de mucha ayuda. Con algún que otro susto pudimos obtener la ortiga que crecía en lo alto de las colinas... la idea cada vez le sonaba más fea a Brom, pero bueno, como casi todo lo que hacía yo.



Finalmente, unos días después, recuperado de la asfixiante búsqueda de la ortiga, fui a entregársela al chamán: un hombre vestido con pieles, huesos y un montón de cosas horteras, que le otorgaba un aire de respeto y miedo. Preparó un ritual para contactar con los espíritus de los antepasados. Partió la ortiga, y haciendo unos extraños cánticos, la cueva se inundó de un brillo verdoso, y susurros se oían en la cueva. Reconozco que tuve miedo, pero joder, era para cagarse. Una silueta fantasmagórica se me quedó mirando, algo había que reconocía en ella... Me orbitaba, me miraba dando vueltas. Al poco tiempo, la cueva volvió a estar despejada, tan solos ese chamán y yo.

-Tu padre está muerto. Su espíritu está inquieto, no tuvo una muerte como esperaba.