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Llevaban casi veinte días en alta mar, el mar estaba embravecido, pero al menos no había tormenta, la tripulación andaba con la moral escasa llevaban demora de varios días , el suministro escaseaba y para colmo se había extendido el rumor que el barco estaba encantado. El capitán Williams se llevo los dedos a la sien y se la masajeó con lentitud, demasiados problemas para este viaje. Para su desgracia su momento de tranquilidad se vio interrumpida con unos golpes en la puerta de su camarote.
-¡Adelante!- Espetó el capitán en tono de visible mal humor. Johan, un marinero joven ,entro a toda prisa en el camarote, le costaba mantener el aliento.
-Capitán, Murdoc y Mediapolla se están peleando en la cocina.- El jóven se apoyó en el marco de la puerta para recobrar el aliento. -Mediapolla acusa a Murdoc de haber robado un cuchillo de la cocina.-
El capitán se levanto a toda prisa, conocía de sobra el carácter de esos dos hombres, ambos eran de los que le gustaban derramar sangre a la mínima oportunidad. Y para colmo estando los ánimos como estaban todo podía acabar en una tragedia.
El capitán volvió a su camarote y se sentó, agotado, en su silla. El de Murdoc y Mediapolla era el cuarto incidente en este viaje. Todos relacionados con el mismo motivo, la desaparición de pequeños objetos sin apenas valor, mientras alguien dormía o se distraía durante un breve instante. Empezaba a pensar que realmente la embarcación estaba encantada, tras su ultima escala en Raybin la mala suerte se había cebado con ellos, por suerte ya solo faltaban siete días para llegar a la isla de los grifos. Rezaba a Issaries por entregar el cargamento de Lúpulo y volver al continente de una vez, nunca mas aceptaría un encargo a la dichosa isla.

Finalmente se divisaba la linea de costa, Williams suspiro aliviado, el viaje había sido una constante sucesión de discusiones entre la tripulación, pero estaban a escasas horas de entregar el cargamento. Se dispuso a bajar a la bodega de carga a hacer inventario, al llegar a la puerta se extraño al no verla cerrada con candado, tan solo el cerrojo permanecía cerrado,realmente no le dio mas importancia, ninguno de sus hombres iba a robar lúpulo. Al quitar el cerrojo un chirrío resonó por el interior de la Bodega, que permanecía en total penumbra. El capitán encendió un candil y echo un rápido vistazo entre las penumbras, La carga estaba toda en su lugar, perfectamente asegurada, ni una sola caja se había movido, pese a las tormentas y el temporal que sufrieron durante la travesía.
Se adentro , satisfecho por que por una vez la suerte estuviera de su lado, un cargamento intacto daría buena reputación a su sombre. Empezó a recontar las cajas, cuando llevaba unos pasos un ruido bajo su bota le hizo desviar su atención hacia el suelo de la estancia, el cual estaba lleno de huesos de ratas. Williams se quedo algo perplejo, quizás un gato se hubiera colado, no era agradable ver los huesos esparcidos, pero no podía ocultar su alegría. ¡Un viaje sin ratas!, la que cura había estado cuidando de ellos, Tanto tiempo lamentándose por su suerte y resulta que los dioses les habían estado protegiendo durante su viaje.
Una sombra capturada por el ravillo del ojo hizo que el capital se girara bruscamente y orientara su candil hacia una esquina en el fondo del a bodega. Rapidamente, los comentarios sobre el fantasma ocuparon la mente del capitán. las agallas y el valro abandonaron al capitán que pensó que lo mejor sería esperar a llegar a la playa y a desembarcar todo para hacer el recuento, ya mandaría a dos o tres hombres a hacer inventario. Sin dar la espalda al fondo de la bodega, Williams fue retrocediendo hasta llegar a la puerta, volvió a echar el cerrojo y esta vez si se aseguro que el candado estuviera bien echado.
Si el capitán hubiera sabido que tan solo a dos pasos mas adelante había un hijo que activaba un rudimentario mecanismo que lanzaba un cuchillo de cocina a toda velocidad desde el techo, seguramente hubiera dejado de creer en fantasmas, aunque a un precio muy alto.....
Cuando el barco llego a la costa, los hombres del capitán fueron a la bodega, quitaron el cerrojo, y recogieron un candado del suelo. Ninguno vio la araña que estaba en el techo y que se deslizaba hacia cubierta.